25 enero 2007
19 enero 2007
La Ley de Murphy se cumple
Aquí estoy para demostraros hoy una vez mas que la Ley de Murphy se cumple. Y no lo digo solo porque haya vuelto por estos lares, sino por la sucesión de acontecimientos que me han ocurrido en las últimas 24 horas.
Ayer tenía que despegar de Valencia a las 11:20 de la mañana, pero empezaron a retrasar la hora del vuelo diciendo que había mal tiempo en Amsterdam. Bueno, hasta aquí bien. Una vez que decidieron que volar era seguro, subimos al avión sobre la una. Una vez encima del avión, deciden que no es de nuevo seguro volar, así que mejor esperamos un par de horitas. Total, que a las 3 de la tarde finalmente despegamos hacia Holanda.
Una media hora antes de llegar al aeropuerto, el comandante decide avisar a los viajeros de que el final va a estar un poco "movidillo" y que cualquiera que sea especialmente sensible a los vaivenes que mejor que se ponga en la parte anterior del avión.
Lo de "movidillo" era un eufemismo. Yo sabía que en Holanda estaba haciendo mal tiempo por el temporal que había en Alemania, pero el último cuarto de hora fue peor que bajar el Dragon Khan en monopatín. Se oia la estructura del cacharro crujiendo como si fueras en una lata de conserva y la gente iba tan cogida a los asientos que si los ponias boca-abajo seguro que no se caian. Después de esto, aterrizamos finalmente y llegó la siguiente sorpresa: No había trenes en todo el pais e incluso estaban cortadas las autopistas, así que no había opción. Dijeron una hora a la que empezaría a haber previsiblemente servicio de tren y la fueron retrasando hasta que al final dijeron que no habría tren ese dia.
Pues nada, el resultado es que me conozco el aeropuerto de Amsterdam como si fuera mi casa, porque hice kilómetros y kilómetros paseándome con el carro de las maletas.
Dormir en un aeropuerto no es nada sencillo; primero, porque las sillas de las sala de espera tienen los reposabrazos que se te atraviesan por todas partes, y luego porque hace bastante frio. Así que he dormido con mucha otra gente como he podido y a las 6 de la mañana he ido a probar suerte y ver si habian trenes.
Por fin habian trenes. He cogido el primero que he podido y he llegado reventado a la estación de Eindhoven. A tirar de las maletas hasta casa. Tenía unas ganas de llegar a casa inimaginables.
Al llegar a casa, por supuesto, no había electricidad en la ciudad, y por si no lo sabiais, entramos a casa con una tarjeta magnética de esas de los hoteles. El lector de tarjetas no funcionaba, pero ya no me he sorprendido en absoluto. Lo raro sería que hubiese funcionado.
He tenido que llamar a un amigo (Antonio), que además estaba enfermo, para que me abriera, pero por lo menos he podido entrar a casa. Ni falta decir que en el momento que cerraba la puerta de la habitación ha vuelto la luz.
Hasta aquí la odisea del dia.
Ayer tenía que despegar de Valencia a las 11:20 de la mañana, pero empezaron a retrasar la hora del vuelo diciendo que había mal tiempo en Amsterdam. Bueno, hasta aquí bien. Una vez que decidieron que volar era seguro, subimos al avión sobre la una. Una vez encima del avión, deciden que no es de nuevo seguro volar, así que mejor esperamos un par de horitas. Total, que a las 3 de la tarde finalmente despegamos hacia Holanda.
Una media hora antes de llegar al aeropuerto, el comandante decide avisar a los viajeros de que el final va a estar un poco "movidillo" y que cualquiera que sea especialmente sensible a los vaivenes que mejor que se ponga en la parte anterior del avión.
Lo de "movidillo" era un eufemismo. Yo sabía que en Holanda estaba haciendo mal tiempo por el temporal que había en Alemania, pero el último cuarto de hora fue peor que bajar el Dragon Khan en monopatín. Se oia la estructura del cacharro crujiendo como si fueras en una lata de conserva y la gente iba tan cogida a los asientos que si los ponias boca-abajo seguro que no se caian. Después de esto, aterrizamos finalmente y llegó la siguiente sorpresa: No había trenes en todo el pais e incluso estaban cortadas las autopistas, así que no había opción. Dijeron una hora a la que empezaría a haber previsiblemente servicio de tren y la fueron retrasando hasta que al final dijeron que no habría tren ese dia.
Pues nada, el resultado es que me conozco el aeropuerto de Amsterdam como si fuera mi casa, porque hice kilómetros y kilómetros paseándome con el carro de las maletas.
Dormir en un aeropuerto no es nada sencillo; primero, porque las sillas de las sala de espera tienen los reposabrazos que se te atraviesan por todas partes, y luego porque hace bastante frio. Así que he dormido con mucha otra gente como he podido y a las 6 de la mañana he ido a probar suerte y ver si habian trenes.
Por fin habian trenes. He cogido el primero que he podido y he llegado reventado a la estación de Eindhoven. A tirar de las maletas hasta casa. Tenía unas ganas de llegar a casa inimaginables.
Al llegar a casa, por supuesto, no había electricidad en la ciudad, y por si no lo sabiais, entramos a casa con una tarjeta magnética de esas de los hoteles. El lector de tarjetas no funcionaba, pero ya no me he sorprendido en absoluto. Lo raro sería que hubiese funcionado.
He tenido que llamar a un amigo (Antonio), que además estaba enfermo, para que me abriera, pero por lo menos he podido entrar a casa. Ni falta decir que en el momento que cerraba la puerta de la habitación ha vuelto la luz.
Hasta aquí la odisea del dia.
Etiquetas: vida